El hombre de la máscara de hierro
Al llegar la carroza ante la puerta primera de la Bastilla, se paró a intimación de un centinela, pero en cuanto D'Artagnan hubo dicho dos palabras, levantóse la consigna y la carroza entró y tomó hacia el patio del gobierno. D'Artagnan, cuya mirada de lince lo veía todo, aun al través de los muros, exclamó de repente: ––¿Qué veo? ––¿Qué veis, amigo mío? ––preguntó Athos con tranquilidad. ––Mirad allá abajo. ––¿En el patio? ––Sí, pronto. ––Veo una carroza; habrán traído algún desventurado preso como yo. ––Apostaría que es él, Athos....