San Juan de la Cruz
San Juan de la Cruz era todo lo contrario de un pedante intelectual, con una cultura de retazos, que ni impregna al ser; ni puede llegar al corazón. Leía poco, pero había pensado mucho lo leído; lo había pensado en la soledad con Dios y unido a la raíz de su pueblo. El arte por el arte no significa nada para él; Dios lo llenaba todo. No pretendió ser artista, pero, sin pretenderlo, llegó a los más grandes artistas.