«(...) Mi situación personal se fue deteriorando y me encontraba cada vez peor. Necesitaba una raya nada más levantarme ya que si no la esnifaba me dolían los riñones, no paraba de bostezar, temblaba...; la tomaba y asunto solucionado..., hasta el desayuno. Tenía que «meterme» otra para poder desayunar, otra para salir de casa, otra a media mañana, otra antes de comer, después de comer, etc., etc., etc. Al principio la coca me quitaba las ganas de comer, más tarde era precisamente la raya la que me permitía alimentarme. Ya no era vida. Ya no podía disimularlo por más tiempo,...