Dulce Castigo

Brooke Evans está demasiado ocupada como para pensar en enamorarse. Su trabajo la absorbe por completo, y más ahora que su ayudante acaba de darse de baja por maternidad. En plena campaña navideña lo que menos necesita es pensar en los hombres, pero no tendrá más remedio que hacerlo cuando su jefe se encarga de contratar un nuevo ayudante para ella: Nick.

Esta edición es un homenaje a los 40 años de la aparición de su primer libro y contiene 200 de sus mejores cuentos seleccionados de: Cuentos para Verónica, Verónica crece, Palabras para mi hija adolescente, Cuentos para leer sin rímel, Cuentos con niebla, Cuentos de amor, Durará lo que dure el mundo, Mariposas encerradas en mí, La nostalgia, E s tan largo el olvido, Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Una decepción amorosa, un encuentro casual, un futuro incierto, la vertiginosa curiosidad..., me llevaron por caminos insospechados. No sabía qué hacer con mi vida cuando conocí a Sebastian. La química fue intensa e inmediata. Noté cómo se derrumbaban todas mis defensas en cuanto me dio la mano. Pero Sebastian era tan bello por fuera como atormentado por dentro. A través de él me vi arrastrada a los más oscuros placeres, a las más intensas fantasías sexuales, pasivas y activas, de dominio y sumisión, a las experiencias más sensuales y extremas que haya vivido nunca. La nuestra...

¡Se estaba enamorando de su propio marido! Su matrimonio se había convertido en un verdadero desastre, estaba claro que su marido estaría mejor en Boston sin ella. Por eso Faith Hudson había decidido marcharse al oeste y establecerse en un rancho de Texas sin intención de regresar jamás. Pero Max Hudson quería que volviera. Había tardado tres años en encontrarla y no pensaba regresar a casa sin ella. Era una cuestión de principios... Hasta que se dio cuenta de que se había enamorado de la mujer en la que Faith se había convertido... Y quizá era precisamente amor lo que ella...

Otra vez contigo: "—He visitado a la madre de Tab. —¿Y bien? Sus preguntas eran cortantes, como su mirada. Pero todos sabían la gran humanidad que había bajo aquella cerrada expresión. —Considero que es grave. La tengo aquí, al otro lado, en mi consultorio. —¿De qué se trata? —No puedo asegurarlo, pues no me han enviado los análisis del laboratorio. —Adelante, Walker. ¿Qué diagnostica usted sin análisis? —Leucemia, señor. —Me lo temía. Voy para allá, Walker. Hay que encamar a esa mujer. Tal vez lleguemos a tiempo. —Me temo que no, señor."