Demasiado Ignacio

"Soy Nuevo y escribo la Verdad como puedo". Así consigna su tarea el narrador de esta novela delirante en la que una especie de secta de estudiantes que se hacen llamar "Los Iluminados", ateos, militantes del amor, dueños de una serie de certezas metafísicas, se ha tomado el teatro de un colegio de curas. Para el primer día del año escolar, el día en el que llega el Nuevo, está preparada la retoma del colegio por parte de la policía antimotines. Los Iluminados por su parte han levantado sus barricadas con pupitres soldados entre sí para defender su ocupación.

España, años de guerra. Reina la confusión en la sociedad. Intrasigencia política, lucha de clases, los horrores del combate y las represalias. En este escenario, vivimos la angustia y el deterioro físico y moral de otro vencido en primera persona, protagonista de una historia de amor imposible que le ha llevado hasta el lecho de muerte. Paralelamente su mejor amigo irá narrando sus pensamientos, dudas, miedos y esperanzas acompañándole hasta el fatal desenlace.

La ruta que nos propone el autor inicia con la exploración de los túneles de aguas negras de los Viveros de Coyoacán, avanza durante su juventud por el rock, José José, el temblor de 1985 y el cambio de milenio, y termina en las aguas tranquilas que surcan los "estropeados", aquellos vagabundos y locos que pasaron de los parques y mercados a poblar la interminable y violenta ciudad de México.

El salón gris perla, donde recibía las visitas el cardenal-arzobispo, estaba guarnecido con maderas talladas, y fue decorado en tiempo de Luis XV. Descansaban sobre los ángulos de la cornisa figuras de mujer entre varios trofeos. El espejo de la chimenea, rajado transversalmente, se hallaba cubierto, en su parte baja, por un terciopelo carmesí, sobre el que realzaba su blancura nivea una imagen de Nuestra Señora de Lourdes con su lucido manto azul.