Punto de quiebre

En el a�o 710 de Nuestra Era el estado visigodo se tambalea. Inconscientes del peligro que desde el norte de �frica les acecha, los nobles se enzarzan en disputas por el poder. En medio de este desgobierno, grupos armados de bandidos asolan el pa�s. Pelayo, un hu�rfano criado en las calles de Segovia, se enrolar� en uno de esos grupos de salteadores que acechan por la regi�n, vi�ndose envuelto en una aventura que le llevar� a buscar, en compa��a de una joven llamada Gaudiosa, hija del Dux de Septempublica (Sep�lveda), el ancestral tesoro de los Ar�vacos, la tribu...

¿Qué pueden tener en común una chica con una cábala extraña, un ciruja que se gana la vida con la basura de otros, un hombre que desconoce quién es Diego Maradona...? ¿Una estudiante universitaria que cuida a su abuela, un chico perdido en Buenos Aires, un hombre obsesionado con una artista que se ha suicidado...? ¿Una empleada doméstica muy creyente, dos revolucionarios en una sociedad distópica, y un chico que se roba un caballo para irse a otro país? Estos son nueve personajes a punto de vivir historias que marcarán y definirán sus destinos.

Después de sufrir un siglo de tortura y humillación, Jace todavía tiene las cicatrices que han dejado su corazón cerrado al amor y la aceptación. Él escapa de las paredes de la prisión solo para darse cuenta de que está místicamente atado a su torturador. Creyendo que no merece una Compañera Destinada, mantiene su distancia de las mujeres. Reconocido por ser un guerrero sensato, su control es llevado al límite cuando conoce a la hermana de la Reina Vampiro. Cailyn no solo prueba su paciencia, sino que también desafía sus habilidades como hechicero cuando lucha por salvar su alma...

Los ahogados suspiros, follándomela se oyeron en escasos minutos en todo el consultorio, encontrándose únicamente mi enferma secretaria cerrando la puerta tocando las ocho de la tarde, este viernes del primer día de verano, gozando su caudaloso y satisfactorio orgasmo la desvergonzada señora Cándida, insistiendo en profundizar el máximo posible mi robusto pene en los veinte centímetros dentro de su jugoso desbordante sexo, a los pocos minutos conseguía su otro satisfactorio orgasmo, alabándome como hombre potente y superdotado, obediente expulsaba el semen de mi copioso éxtasis...