Las auroras montreales

Caroline Tressidor lo tenía todo hasta que un oscuro secreto la apartó de su respetada familia de costumbres victorianas y la condujo al destierro, a Cornualles, al siniestro castillo Landower. Un clásico de suspense romántico. En Londres, tras el desfile en homenaje a los cincuenta años de reinado de Victoria, Caroline Tressidor, una bella y rica adolescente, recibe un castigo excesivo por una indiscreción bienintencionada. Como consecuencia, pierde a su madre y es desterrada a Cornualles, donde vive su tía Mary, una persona odiada por toda la familia. Pero ni Mary es el monstruo del...

Estas fábulas fueron escritas por Rudyard Kipling para ser contadas a su pequeña hija Josephine en su lecho de enferma. La niña murió a los siete años. En la introducción original del libro su autor ordenó narrarlas siempre "exactamente así, para que ella no despierte". Al traducir esta obra estamos desobedeciendo su mandato. Quizás el íntimo y oculto deseo de Kipling haya sido que desconsideremos su consigna y que logremos despertar a su hija. Despertar niños, en definitiva, es una de las funciones de la literatura. Esta edición contiene los grabados del autor.

Las primeras líneas, los primeros relatos de este volumen ya ponen de manifiesto lo que va a ser el hilo conductor de esta obra: «La luz golpea la persiana echada y se cuela por los bordes moteando la penumbra». En un juego constante de luz y sombra, brillos y tinieblas, el autor se adentra en los entresijos del alma humana, en un camino en el que la realidad y la ficción no conocen límites, y lo mágico se une a lo cotidiano sin traspasar otro umbral que el imaginario literario y la creación personal, marcada, en esta ocasión, por el predominio de la oscuridad. En estas historias el...

Esteban la miró un largo rato a los ojos antes de responder.--He hecho cosas horribles en esta vida. Cosas que jamás podré deshacer y seguiré haciéndolas. He robado. He mentido y he matado, pero jamás he violado a una mujer.Al apreciar el gesto de alivio de Marietta le aclaró, porque no quería que se llevara una impresión equivocada de él.--No te equivoques. No lo he hecho personalmente, pero no porque me supusiera ningún problema. He permitido que mis hombres lo hicieran muchas veces. Si no me hubieras mirado, suplicando mi ayuda, el día que te conocí. Hubiera permitido que...